Veinte años después de que Jesse Jackson primero apuntara a empleadores tecnológicos, las persistentes brechas de diversidad de Silicon Valley siguen siendo un doloroso recordatorio de sus orígenes como el club de un niño mayoritariamente blanco.
Poco ha cambiado en las décadas desde que la campaña llegó a los titulares. Hoy, solo el 7.4 por ciento de los empleados de la industria tecnológica son afroamericanos, y el 8 por ciento son latinox. Los trabajadores de Google, Microsoft, Facebook y Twitter, según los informes de esas compañías, eran solo el 3 por ciento de hispanos y el 1 por ciento de negros en 2016.
De alguna manera, las brechas de capital de la tecnología reflejan un suministro simple y demanda desequilibrio. Pero es un desequilibrio con restricciones artificiales. Porque mientras que los estudiantes negros e hispanos ahora obtienen títulos de informática en el doble de la tasa de que son contratados por compañías de tecnología líderes, son prácticamente invisibles para la mayoría de los reclutadores.
El problema se deriva del hecho de que los empleadores de tecnología tienden a reclutar de un pequeño subconjunto de universidades de elite de los Estados Unidos. Lo que significa que nunca podrán entrar en contacto con, por ejemplo, el 20 por ciento de los graduados en ciencias informáticas negros que provienen de colegios y universidades históricamente negros. Miles de candidatos talentosos son pasados por alto cada año porque se gradúan de universidades públicas menos selectivas, instituciones que atienden a minorías o colegios de mujeres, escuelas que existen lejos de la red de élite donde los empleadores de tecnología contratan.
Como resultado, las prácticas de reclutamiento de Silicon Valley en realidad agrava la raza estructural y las desigualdades económicas que son endémicas en cada paso de la escala de la educación a la carrera. El número de escuelas segregadas en los Estados Unidos se ha duplicado en los últimos 20 años. Los estudiantes pobres y minoritarios a menudo carecen de Preparación para los exámenes SAT y ACT, servicios de asesoría universitaria y opciones extraescolares o extracurriculares. Solo el 3 por ciento de los estudiantes en las universidades más competitivas son del cuartil económico más bajo. E incluso aquellos que se abren camino a través del complejo industrial de admisiones enfrentan barreras de universidad a carrera, como pasantías no remuneradas, que son más de lo que pueden soportar muchos estudiantes menos ricos.
Si no se amplía su apertura al talento, incluso los mejores Las iniciativas de diversidad intencionadas dejan a las empresas que compiten por el pequeño grupo de ingenieros de color que se gradúan de los mejores programas.
Las inequidades han plagado el mundo tecnológico desde que Ada Lovelace codificó el primer programa de computadora en 1842.
En la diversidad, los empleadores deben ir más allá del filtrado de los resultados de los mejores programas de informática y centrarse en cambiar las entradas. Deben invertir en la construcción de programas alineados con la industria en colegios y universidades a los que asisten estudiantes más diversos, pero pueden carecer de los conocimientos necesarios para construir y mantener actualizados los planes de estudio que preparan a los estudiantes para prosperar en una industria tecnológica cada vez más dinámica. Pueden asociarse con instituciones que caen en las trampas muy usadas de la academia, la enseñanza de la teoría sin aplicación o la confianza en prácticas anticuadas que dejan a los graduados sin preparación para el mercado laboral.
Un número creciente de empleadores ha comenzado a adoptar ese enfoque. asociarse con instituciones que albergan talento subrepresentado para transformar sus programas informáticos.
Facebook se asoció con instituciones, incluida la City College of New York para crear cursos relevantes para la industria y comprometidos con la financiación la capacitación de 3.000 trabajadores de Michigan para trabajos en marketing digital. El año pasado, Facebook invirtió $ 1 millón en un esfuerzo por enseñar ciencias de la computación a más mujeres y minorías poco representadas.
En 2015, Intel anunció un esfuerzo de $ 300 millones para diversificar su fuerza laboral para 2020. Desde entonces, la compañía ha lanzado $ 4.5 millones. programa para ayudar a los estudiantes de STEM en universidades históricamente negras a mantenerse en el camino. En 2017, la Universidad de Howard abrió un campus en la sede de Google, ofreciendo a los estudiantes un programa de tres meses en el que pueden recibir instrucción tanto del profesorado como de los ingenieros de Howard en Google. Un año más tarde, los líderes de Howard dijeron que la asociación ayudó a llevar a un aumento del 40 por ciento en la inscripción de ciencias de la computación en la universidad.
Las inequidades han plagado al mundo tecnológico desde que Ada Lovelace codificó el primer programa de computadora en 1842. solo para perder su lugar en los libros de texto a los hombres que aprovecharon sus ideas mientras negó sus contribuciones. Hoy en día, la fluidez en habilidades y conocimientos de alta tecnología ya no está controlada por unos pocos miembros de la élite. Sin embargo, la oportunidad puede permanecer obstinadamente fijada.
Las empresas de tecnología punta ya han dado el primer paso al activar la búsqueda de talento con poca representación. El siguiente paso es ampliar su búsqueda más allá de los campus de élite e invertir en la educación de los estudiantes con poca representación.
Se requerirá una colaboración mayor entre los empleadores y las universidades para proporcionar una educación de informática significativa y relevante a cualquier estudiante en cualquier campus. Pero tales asociaciones tienen la promesa de abordar las brechas de diversidad que afectan a nuestra industria en sus raíces.
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